y con él nosotros.
El inicio del día siempre es tranquilo,
flojo,
sin embargo el sol es cálido,
sólo lo suficiente,
así éramos tú y yo.
A medida que avanza va ganando calor,
hasta que llega a la mitad,
al punto máximo en el que arde y quema tanto
que llega a nublar los sentidos.
Nuestra pasión nos quemó,
y terminó cegándonos.
Sigue su recorrido
entre tazas de café
y libros
y conversaciones
y otras cosas
que no tiene permitido decir.
Después de tanto calor
tiene que descansar un rato,
esconderse de los amantes
que tratan de imitarlo,
y dejar que salga la luna.
Esa luna a la que le han escrito tantos poemas.
A la que los enamorados contemplan cada vez que aparece.
Pero no se dan cuenta
que es gracias al sol
que puede salir la luna.
Muchos la imitan a ella,
porque es fría,
no cualquiera
se atreve a imitar
la pasión del sol.
No es fácil.
Así termina el día
con la noche.
Así terminamos tú y yo:
fríos.
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